jueves, 31 de marzo de 2011

COSIENDO CON SINGER

(imagen de maullen,olx.es)

Esta mañana al regresar a casa después de dejar a la niña en el colegio, pasaba por una  tienda de decoración y en el escaparate tenían una máquina de coser Singer, de las antiguas, de las que en la actualidad son un  tesoro.
Me quedé delante del escaparate mirándola porque era idéntica a la que yo conocí. De repente vinieron infinidad de imágenes a mi memoria; de  nuevo  ví a mi madre cosiendo  Si, era idéntica a la que ella tenía, por la que sentía un cariño especial , porque la tenía desde que se casó y porque la buena calidad de su maquinaria la hacían acreedora a que la fidelidad fuera eterna.
Era igual a la que un día con la inconsciencia de los cuatro años me hizo meter un dedo bajo su aguja cuando mi madre estaba cosiendo, afortunadamente los reflejos de una madre hizo parar a tiempo de que la afilada punta de la aguja apenas rozara mi pequeño dedo.
Viajó con nosotros hasta Buenos Aires y allí se quedó cuando regresamos a España. No sé por qué razon en aquella época era difícil tener una máquina de coser en Argentina, y después de mucho insistir, una amiga de mi madre con siguió que se la vendiera. Pagaron 1.500 pesetas por ella, que en aquella época estaba muy bien, pero yo vi que a los ojos grises de mi madre asomaron unas lágrimas cuando se la llevaron. Ante su tristeza mi padre la consolaba diciendo: "en cuanto lleguemos a Madrid, te compras otra."
Imagino que para sus adentros mi madre pensó:" pero ya no será la misma." Y efectivamente no lo fué.
En ese espacio de tiempo empezaron a proliferar las máquinas eléctricas y mi madre se sompró una Sigma, pero no era lo mismo, o al menos su cariño no fué igual. Cada vez que se ponía a coser se acordaba de su  Singer y a menudo se repetía " no la debí vender, no debí dejarme convencer,"  pero ya no había solución.
Fué en esa Sigma en la que le ví coser unas faldas de volantes para ensayar en mis clases de danza. Pero ella siempré se acordó de su Singer.
Han sido unos breves momentos los que permanecí ante aquel escaparate, pero debo dar las gracias a esa  máquina porque de nuevo pude ver a mi madre, jóven, sonriente,  cosiéndo  . El labrado de su cabezal, los dibujos de sus laterales, toda ella tomó vida de nuevo y retrocedí ni se sabe los años...
Hay momentos en nuestras vidas, insignificantes, que olvidamos y que de repente por alguna razón vuelven a tener presencia en nuestras vidas, recuerdos entrañables vividos y que cuando ocurrieron no los dimos importancia y que sin embargo con la distancia del tiempo y las circunstancias los hacen que tomen un valor incalculable.
Recuerdos entrañables , que volvieron a m i cuando bastantes años más tardes  empecé a bordar las sabanitas para confeccionar el ajuar primero de mi boda, después el de mis hijas cuando venían en camino. Son muchos los recuerdos que los objetos a veces despiertan en nosotros unos agradables , otros tristes, pero de esos momentos es de los que se componen nuestras vivencias.

5 comentarios:

  1. Lo que sentí frente a un escaparate.

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  2. Igual a la de mi madre. Recuerdo que de pequeña lo que más me gustaba era empujar el pedal. Cuántos recuerdos Rosa...

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  3. Pues como verás he realizado un comentario encriptado, pero había escrito un comentario lárguísmo y cuando lo voy a publicar no me acuerdo de la contraseña de Google ¿qué te parece? voy a probar a publicar esto y si funciona reescribo mi comentario para la concurrencia. bss

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  4. Pues parece que funciona.
    Pues decía que mi abuela y luego se la quedó mi madre también tuvieron una Singer y creo que mi madré todavía la tiene en el pueblo.
    Yo tengo una Sigma 2000 superautomática, eso pone en la máquina y lo mejor es que cuando mi madre compró la máquina la regalaron un curso que ella debió pensar que como la que estuviaba era yo, me mandó al curso de "máquina de coser" que duró tres meses y tenía que ir andando allí por el Barrio del Pilar pasando el Bingo. Mis compañeras de clase todas ellas rondanban los cuarenta y yo 14 años con mis vaqueros y deportivas allí estaba yo que no sabía ni lo que era un bodoque, ni un zurzido ni un hojal. Allí iba yo un día por semana tres horas y no veas lo que llegué a odiar aquella máquina que ahora reposa en el suelo de mi armario y me ha ayudado tantas veces a crear sobre todo disfraces, ropita, cortina, etc etc... pero al contrario que Rosa los primeros recuerdos no son buenos. Bss Rosa.

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