domingo, 19 de diciembre de 2010

ACERCA DE MI


Esta mañana, fría, lluviosa y triste, fuí a depositar unas flores al lugar donde reposan los restos de mis padres y mi esposo. Suelo ir con frecuencia, pero no falto nunca en Nochebuena y Año Viejo, es una necesidad que siento, imperiosa. Ambas fechas han sido tristemente significativas para mi, pero a medida que el tiempo transcurre se hacen más presentes. Cada vez que tengo un problema, un disgusto o simplemente estoy triste, el ir allí me suaviza  la sensación de soledad y tristeza. Allí en el silencio y la soledad del lugar, a solas conmigo misma y ante la lápida con el nombre inscrito en ella parece que soy escuchada y que me facilitan la solución al problema que en ese momento me aqueja. No podía faltar y este año lo adelanté porque en el transcurso de la semana próxima va a ser muy complicado.
Allí hablo con ellos; se que algunas personas pensarán que es inútil, que nadie escucha, que no hay nada. Pero no es cierto, a mi me ayuda, a mi me sirve porque puedo abrir mi corazón y contarles todo lo que me ocurre sin disfraces tal y como lo siento, cosa que ante mis hijas no puedo hacer por no apenarlas. Yo también necesito un desahogo, necesito que alguien me escuche, que entienda el por qué  a pesar del tiempo transcurrido ellos están presentes en mi vida y necesito que lo estén porque de lo contrario el abismal vacio que dejaron en mi, no lo podría soportar. Necesito "agarrarme" a algo porque ya las ilusiones desaparecieron de mi vida hace tiempo. El trancurrir de los días son vacíos y monótonos, ¿pero cómo hacer comprender a las personas que te rodean que ya todo te da igual? No puedes amargar su vida con tus penurias: ellos tiene derecho a tener alegrías, tienen unos hijos por los que luchar, son jóvenes y no tengo derecho a amargar sus vidas. Por tanto, mi único consuelo es ir de vez en cuando y durante un rato me hace sentirme que soy escuchada, comprendida y me dan alientos para seguir. Vuelvo a casa muy baja de moral, pero al día siguiente parece que todo está más claro y me digo" tienes  unas hijas buenas, unos nietos preciosos y tienes salud, no te quejes. Y no me quejo, pero le reprocho al destino, a la vida, a Dios, aquién sea que fué injusto con nosotros, que teníamos mucho tiempo por delante, que queríamos envejecer juntos y sentados en una butaca ver pasar la vida frente a nosotros. Pero nos tocó demasiado pronto, de eso es de lo que me quejo. No estoy amargada, estoy triste; pero también tengo mis días buenos; han pasado casi quince años desde que le perdí, pero nuestra unión fué tan especial que todavía le echo de menos, su
lugar permanece vacío. Te crees que lo has superado, pero no es cierto no lo superas nunca, te acostumbras a vivir con ello, que es distinto, pero tu vida ya nunca es igual.
No quiero que os llevéis una mala impresión. Soy una persona vital, optimista y alegre. Sonrío con facilidad y antes siempre estaba cantando, ahora no, pero sigo siendo alegre. Tengo buen sentido del humor y me gusta divertirme. Me gusta el trato con la gente y no me regodeo en mi pena. Nunca, nunca la demuestro, eso queda para mí. En la soledad de mi habitación si tengo que llorar, lloro, si tengo que reir rio, pero nunca mis hijas me han visto compadecerme de mi misma: lo tengo que superar por ellas, porque ellas también llevan en su interior la falta del magnífico padre que tuvieron y la falta de unos abuelos que por fortuna siempre tuvieron muy cerca a los que quisieron mucho. Mi recuerdo es especial para ellos, porque mientras les recordemos continúan entre nosotros y en estos días están mucha más presentes que nunca.


No hay comentarios:

Publicar un comentario